miércoles, 3 de marzo de 2010

FRAUDE CON LA LEY DE TRÁNSITO

Perspectiva
Columna de los miércoles en La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

Ya lo habíamos adelantado, que no iban a arreglar en tiempo las reformas a la Ley de Tránsito y que simplemente habían atrasado su vigencia para camuflar las tortas en las elecciones. ¡Y así fue!

Es obvio que la nueva legislación tiene errores, desproporciones, exageraciones y ocurrencias. Muchos hemos llamado la atención acerca de los errores que contenía el proyecto de ley, acerca de los riesgos de las prisas al legislar, acerca de las consecuencias funestas de legislar al calor de la noticia y la presión que la Administración ponía a los diputados. ¡No fuimos oídos!

El Poder Ejecutivo insistió en la aprobación de la nueva legislación. El MOPT y algunos colaboradores pusieron mucha presión e insistencia (costumbre vieja a fin de esconder las falencias de la administración). El partido oficial pasó la maquinaria sobre la oposición. La oposición se mostró tímida y dejó pasar el entuerto.

Ahora la criatura no tiene padre: los legisladores dicen que ni la numeración está buena (aunque publicaran leyes “comentadas” al respecto), no se resuelve qué materia enmendar y nos vacilaron con la el atraso de la vigencia.

Lo que ha hecho el Poder Ejecutivo no tiene nombre, pues luego de presionar para obtener su aprobación, ahora aparece “suspendiendo” algunas sanciones, en una decisión abiertamente inconstitucional y evidentemente antijurídica.

Los oficiales de tránsito dijeron en opinión gremial que preferían no aplicarla.

Y que los diputados insistan en su aplicación luego de que atrasaron la vigencia para hacer arreglos que no han logrado hacer todavía es el remate de la tragicomedia.

¿Yo no fui, fue Teté, ¡pégale, pégale, que él fue!?

Incluso hasta los bomberos han externado opinión en apoyo a la exigencia del extinguidor. El argumento fue el choque del furgón con el camión cisterna en el puente sobre el Río Lagarto (como si un extinguidor de mano hubiera podido evitar la cosa).

Otros profesionales se han mostrado más bien cautos con el tema del botiquín.

Insisto en que debe entenderse que la ley es un instrumento muy potente y debe usarse con prudencia y sabiduría. El miedo, la prisa, la presión pública y la impaciencia son malísimos consejeros.

También insisto en que encuentro algunas multas muy elevadas, la redacción confusa y la desproporción profusa. La exageración de algunas multas y castigos puede resultar contraproducente.

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