miércoles, 17 de febrero de 2010

DON JOSÉ JOAQUÍN TREJOS

Perspectiva
Columna de los miércoles en La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

¡Ha partido don José Joaquín Trejos Fernández! Cariñosamente llamado “cielito lindo” por su lunar y conocido por su campaña de “las manos limpias” en 1966.

Hijo de un gran costarricense, don Juan Trejos Quirós, autor liberal y destacado constituyente, fue Presidente de Costa Rica en el período constitucional 1966-1970.

Un profesor universitario que dejó el claustro para encabezar una coalición (la Unificación Nacional se formaba con los partidos Unión Nacional y Republicano, que habían sido contendientes en 1948 y habían acudido por separado a las elecciones de 1962) y que resultó triunfador en la preferencia del pueblo.

Fue una campaña dura, con su Volkswagen escarabajo derrotó al candidato del PLN que usó helicóptero. Con su discurso sesudo y llamando a un gobierno de parsimonia nacional ganó frente a un discurso electoral y encendido. Tuvo fe en el trabajo y en la palabra.

Algunos señalan su gestión como una Administración de la academia: varios profesores universitarios quienes, al igual que el Presidente, iban del aula a la Administración Pública.

Rabiosa oposición del Partido Liberación Nacional. El PLN perdió la Presidencia de la República pero ganó la Asamblea Legislativa: “¡gobernaremos desde el Congreso!” –exclamaron al tomar el Directorio legislativo. A don José Joaquín no le importó la bravata: se concentró a cabalidad en una Administración modelo: equilibró las finanzas públicas y todo el tema fiscal, no se molestó por una mayoría en contra, respetó la división de poderes y se manejó con gran gallardía y sumo respeto por el Ordenamiento Jurídico.

El poder no lo encandiló nunca, todo lo contrario. Promovió la reforma constitucional para que no hubiese reelección presidencial. Sus actuaciones posteriores evidencian ausencia de ambición por el poder y vacuna contra la estatolatría. Asimismo, una increíble grandeza de corazón: terminó dando la adhesión política a Rodrigo Carazo, uno de los más afanados diputados de la oposición liberacionista durante su gestión.

También es muy significativa la seriedad con que tomó las cosas que hacía. Hombre creyente, intelectual, formal y muy reflexivo, fue un Presidente igual: cuidó con esmero los principios que estaban detrás de las formas, las cuales respetó impecablemente; celoso vigilante de la Constitución Política y de la mecánica gubernamental, trato exquisito y cátedra permanente. Por muchos participantes he oído detalles del funcionamiento del Consejo de Gobierno y en todos aparece el respeto, la formalidad, el razonamiento y el decoro.
Figura modelo para políticos: reflexión, seriedad, compromiso y austeridad. Paz a sus restos y mi pésame a sus estimados hijos y parientes.

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