miércoles, 27 de febrero de 2008

EL OCASO DE FIDEL

Perspectiva
Columna de los miércoles en La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

Más de cincuenta años de dictadura disfrazada de democracia. El pueblo ha sido sometido a purgas, castigos y esfuerzos sobrehumanos. Al final la pregunta obligada: ¿valió la pena tanto sacrificio?En el fondo ha sido una nueva mitología. Nuevos dioses, nuevos valores y nuevas prioridades. Todo cambió, evidentemente, pero ¿para qué?. Los rublos sostuvieron buena parte de la aventura. Era como una nueva forma de Estado, que dejaba atrás el Estado de Derecho y privilegiaba el fin del Estado sobre la gente de carne y hueso. La revolución invadió todo. Pero también, ¡oh contradicciones de los marxistas!, imperó el culto a la personalidad, el caudillismo y la construcción de un nuevo ídolo.

Curioso, pero ha sido igual en todos los regímenes marxistas. Basta recordar: Lenin, Stalin, Tito, Mao… es el mismo esquema. Disfraz de democracia, uso intensivo de la comunicación estatal, represión de la oposición, pseudomonarquía, imposición de la ideología en todos los ámbitos, arengas contra un enemigo (militancia, activismo y campañas) y, al final, todo pasa y el poder queda en casa.

Tan profunda es la revolución que solo se puede confiar en el hermano. Clara muestra de que no hay democracia ni republicanismo.

Cuando cayó la Unión Soviética se evidenció que no había tal avance ni tanta felicidad. Se batió el récord de duración de una dictadura, único mérito.

Igual que en la antigua Alemania Oriental el muro no podía contener las ansias de libertad, durante cincuenta años el Mar Caribe no ha convencido a los balseros de quedarse en la Isla. Cincuenta años, quizás más de dos generaciones educadas por el régimen revolucionario. Pero apenas han tenido oportunidad, buscan mejor vida en el exterior. El chiste interno lo demuestra todo. Cuando una familia se ve bien, con alimentos, ropa nueva, algunos bienes, rápidamente se dice que tienen FE. ¿Fe? “Sí, FE, o sea, familiares en el exterior”.

En nuestro país sobran defensores de la satrapía. Han llegado a bloquear jornadas internacionales de solidaridad con los presos políticos. La existencia de presos políticos es una prueba incontrastable de la violación sistémica de derechos humanos: no hay libertad de expresión, no hay libertades políticas, no hay libertades personales.

No hay que dormirse, el virus de Fidel se ha expandido a través del populismo latinoamericano. El barbudo está en su ocaso, pero quienes aman los valores republicanos y la libertad no pueden estar tranquilos, este virus toma nuevas formas y argumentos. Ante la salida de Fidel del gobierno cubano, hay que repasar la historia. Hay que preguntarse si era válido conculcar las libertades por cincuenta años, sacrificar vidas y propiedades, expoliar los derechos, violar la libertad de expresión, reprimir la libertad política, oprimir a un pueblo hasta que masivamente huya de su hogar en busca de mejor vida, dejar la monarquía en manos de un hermano. Sin romanticismo, sin mitos, sin idealizar, simplemente enfrentar la cruda realidad. ¿Queremos lo mismo en Costa Rica?

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