miércoles, 14 de octubre de 2009

EL VALOR DEL DISCURSO

Perspectiva
Columna de los miércoles en La Prensa Libre

Por Federico Malavassi

El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama, sin lugar a dudas, originará muchísimos comentarios y reflexiones.

Es el Presidente demócrata de los Estados Unidos, una de las naciones más fuertes y grandes del mundo. Apenas lleva unos meses en el poder y aún no ha podido llevar a la práctica sus ideas y propuestas.

No obstante, desde su postulación a la presidencia ha llevado un discurso novedoso y retador. Su propia elección constituye un hito y rompe los viejos esquemas.

¿Por qué el otorgamiento de este importante premio a estas alturas de su gestión presidencial?

Encuentro dos posibles respuestas.

Una, la primera razón, es que es un Presidente demócrata (no republicano), con unas ideas diferentes y unas iniciativas interesantes para quienes impulsan el destacado premio. Hay que sumar a ello el hecho de que no ha tenido de Presidente la magia que tenía el candidato. La realidad ha sido dura y árida con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. No ha podido detener la industria de la guerra, no ha habido encanto con la economía, ha tenido que apechugar algunas de las posiciones tradicionales de los gobiernos estadounidenses y los conflictos internaciones siguen creciendo.

La reciente derrota en la consecución de la sede olímpica para Chicago, luego de un relampagueante viaje a Dinamarca pudo haber sido el motivo: tras el aparente fracaso pudo haber surgido la iniciativa nórdica de otorgar el premio ahora. No para premiar los hechos sino para proteger al Presidente.

La otra respuesta, la segunda motivación posible, es que quizás algunas veces el discurso tiene tanto valor como los hechos. Si se ha ponderado que gobernar es educar y que resulta de mucha importancia la difusión de ideas, principios y enfoques, entonces podría ser que la intención sea tanto o más importante que los resultados.

Es que algunas veces el discurso es el hecho (tal vez no estemos acostumbrados a conceder a la palabra su verdadero alcance).

Así entonces, el mantener un discurso coherente, sostenido y consistente, dentro de un mundo difícil y en dirección contraria, pueda ser la causa del premio.

Surge una tercera posibilidad, que sería como una mezcla de ambas razones: un discurso valioso y la importancia de impulsar y proteger a quien lo expresa.

En todo caso, también podría ser un renacer del reconocimiento de la palabra y el discurso en los temas de gobierno. Algo así como una recreación de los argumentos aristotélicos de cómo llegar desde el “logos” a la “política”.

Personalmente, la reflexión sobre este asunto me parece apasionante.

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