Columna de los miércoles en La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

Con Milton Friedman y otros pensadores hemos objetado el modo en que se hace la guerra a las drogas y algunos de sus propósitos. Sin embargo, es obvio que no estamos a favor del narcotráfico, de la destrucción de las familias, de la destrucción de las personas, de los efectos que produce la droga en los cuerpos, las almas, la voluntad, la sociedad y sus principios.
Hasta el momento pareciera que estamos perdiendo las batallas. Por cada cargamento que se descubre, pasan cientos más. Algunas ni siquiera se sabe a ciencia cierta qué pasa con lo que se decomisa.
En algunos libros se sugiere que algunos hallazgos de droga son programados por los propios traficantes para tranquilizar a las autoridades, dar material a la prensa y purgar algunos de sus propios elementos.
En algunos casos, es evidente que con los subsidios a combustibles y otras distorsiones, no estamos más que ayudando al mismo narcotraficante.
Hay signos evidentes de fortunas inexplicables e infinitas: miles de dólares perdiéndose en humedad y cajones, compradores poco exigentes, compradores dispuestos a jugarse riesgos, clientes a quienes no importa la factura del abogado o del notario pues la pagan sin chistar, vehículos con precios inalcanzables que circulan como si fueran cualquier perol. En los libros y estudios se testimonia que compran autoridades, tuercen voluntades, pagan por las conciencias y se convierten en inversionistas.
¿Pueden financiar campañas políticas? ¿Pueden adquirir medios de comunicación? ¿Pueden influir en la gente? No más hay que pensarlo … no hay límite. Se trata de administración de recursos, logística de transportes, facilidad en los puntos de abastecimiento y la psico-sociología de las actividades que se hacen al margen de la ley. Necesitan mover carga, colocar dinero, tener testaferros y fachadas, lavar mucho y gastar algo. No hay que hacer declaraciones reales de impuestos, rentas, ventas, aduanas y otras cosas (hay que trabajar un tanto en el camuflaje y las apariencias).
En México hasta se dieron el lujo de pagar a manifestantes para que protestaran por la participación del ejército en la lucha contra las drogas. No tienen que sacar licencia para portar armas, dedican grandes presupuestos a la investigación (submarinos, triquiñuelas legales, formas de transportar la mercancía y modos de abastecimiento). Desdichadamente parecen sobrar testaferros, mulos y peones …
Es un hecho que la guerra va mal, pero tampoco y bajo ningún pretexto podemos pensar en dirigir los cañones contra la propia sociedad. Que no pase como el cuento de aquel que quemó el rancho porque la chicharra no lo dejaba dormir …
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