miércoles, 28 de enero de 2009

PRESIÓN Y LEY DE TRÁNSITO

Perspectiva
Columna de los miércoles en La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

Lo hemos dicho hasta la saciedad. El miedo es mal consejero … el perezoso y el mezquino recorren dos veces el camino.

En el trámite de las reformas a la Ley de Tránsito se habían presentado toda clase de desafueros. Se aprobaron mociones con textos sustitutivos que, por su oportunidad y modo, prácticamente anularon el procedimiento. Hubo primer debate sin texto al alcance de los diputados. Se ha reconocido la existencia de premura y presiones.

La diputada Andrea Morales (Presidenta de la Comisión de Asuntos Jurídicos, comisión dictaminadora del proyecto) declaró que “Fíjese que el proyecto vino a la Asamblea con la bendición de todos los magistrados, que no le encontraron errores, y resulta que ahora viene un juez a cuestionar hasta uno de los artículos que el presidente de la Corte, Luis Paulino Mora, y la ministra de Obras Públicas y Transportes, Karla González, nos pidieron que incluyéramos en el proyecto, entonces ahora solo nos queda esperar lo que señale la Sala Constitucional”.

Los oficiales de Tránsito no necesitaban de una nueva ley para sacar a los borrachos de la calle. Tampoco es cierto que se necesite una cascada de penas (¿bis in ídem?) para sancionar y desincentivar a los borrachos.

Pero el tema no se agota con el asunto del licor. El elenco de pretensiones y sanciones que se introducen a la Ley de Tránsito mediante esta reforma es exagerado, desproporcionado y desequilibrado. Desde el asunto de las luces de los carros hasta la sanción por sonar la bocina, desde el discutible y mal concebido planteamiento de las sillas para los menores de 12 años hasta la inconstitucional idea de que solo la ley arregla las cosas.

Ahora dos juzgadores (Rosaura Chinchilla y David Hernández) se han solazado encontrándole errores y pifias a la nueva legislación. ¡Era de esperar! Dice el refrán que “lo que de noche se hace, de día aparece”. El proyecto se tramitó en oscuridad, procedimiento viciado, vías torticeras e irrespeto a los trámites legislativos.

No se trata de darle un “barniz” de arreglitos, ¡ojalá la Sala Constitucional apunte la inaceptable tramitación y que los errores y babosadas no sean más que combustible para tomar la decisión correspondiente! No se trata de ir artículo por artículo, irracionalidad por irracionalidad, exageración por exageración y despropósito por despropósito. Es inaceptable que la Comisión de Redacción tenga que ir más allá de su competencia y se pretenda que arregle algo mal concebido, mal tramitado y mal aprobado. En la ausencia de oportunidad para discutir, en la evidente ausencia de tiempo para leer (en el primer debate del Plenario no había texto), en las maniobras de introducción de textos sustitutivos para evitar mociones de la oposición, en las opiniones vertidas por magistrados, ¡allí aparece enterita la inconstitucionalidad!

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