miércoles, 17 de diciembre de 2008

SESIONAR SIN QUÓRUM ...

Perspectiva
Columna de los miércoles en La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

Hace algunos años, durante las infames maniobras que se hacían para imponerle un paquete tributario al pueblo costarricense, el presidente de la Comisión (abusando una vez más del cargo) me interrumpía para llamarme la atención.

Era un sábado en la mañana (convocatorias exageradas) y mientras intentaba llamar la atención de los demás diputados sobre la inconveniencia de algunas complicadas propuestas jurídicas, noté que la mayoría no ponía atención. Unos leían novelas, otros periódicos y los que no faltaban, conversaban … ¡Era indignante! Dentro de mi intervención describí lo difícil que resulta articular un discurso frente a esa falta de atención (era obvio que la convocatoria un sábado era para producir desgaste a quien trabajaba, los demás estaban como en vacaciones). Llamé la atención de cada uno, diciendo y describiendo exactamente lo que pasaba y hacían … pero el abusivo presidente interrumpió mi alocución trapeándome porque él consideraba que estaba faltándole al respeto a los demás diputados.

¡Qué paradoja! Regañando al que hacía bien las cosas para que no evidenciara lo mal que trabajaban los demás … La verdad es que el presidente no ha sido sino el instrumento de quienes no han querido que haya deliberación, de quienes aprobaron el préstamo finlandés en una sola sesión, de quienes antaño diseñaron el “cuatro-tres” para repartirse las directivas (las que luego se repartieron otras cosas …).

Ahora quieren sesionar sin quórum. Triste para la democracia y maravilla para el “eficientismo” de algunos. Pero no se trata sino de manifestaciones de las mismas tentaciones antidemocráticas. Les estorba que otros piensen, hablen y no se dejen.

Un órgano colegiado se constituye con la presencia de quienes al menos integren el quórum. De lo contrario no hay órgano. La idea central de la deliberación, del debate y discusión y análisis legislativo es que unos oigan a los otros. En el contradictorio de argumentaciones y discursos radica la cuestión. Quizás por ello es tan grave que aquí hayamos adoptado la denominación de “Asamblea Legislativa” (abandonando la tradicional de “Congreso” y olvidando que se trata de un Parlamento).

Cuento a mis discípulos que la deliberación y debate legislativos son la etapa de reflexión previa que requieren las acciones humanas. Se piensa en grupo comparando argumentos, contrastando silogismos, cotejando posiciones, todo a la luz pública y entendimiento del pueblo. Por ello la existencia del quórum es tan esencial como la presencia del juez en el juicio, del cirujano en la operación y de la novia durante la luna de miel. Todo lo demás sería vicio y ausencia.

Forma parte del quehacer legislativo presentar mociones, defenderlas y usar el tiempo para hablar. Quien hace eso es quien verdaderamente trabaja. Igual quien oye con atención: debe entender los argumentos ajenos, respetarlos e incluso combatirlos y señalar sus fallas.

Por eso no es de extrañar que fuera un compinche del presidente comentado quien propuso que en lugar de debatir en la comisión enviáramos “cartas” con los argumentos …

1 comentario:

Luis Carlos Delgado, MBA dijo...

Precisamente, la teoría interaccionista propone que un nivel bajo/moderado de conflicto es necesario para obtener óptimos resultados.

La idea de discutir o debatir es presentar ideas y contrapropuestas que permitan obtener un resultado sinergístico, es decir, donde el resultado obtenido es mejor que la suma de cada una de las propuesta individuales.

Desgraciadamente, si los vagos, perezosos, necios u obstinados entorpecen este proceso, el sistema no funciona, y en este casi particular, se da al traste con la idea de un órgano representativo.

Saludos desde Austria,
Luis.