miércoles, 21 de noviembre de 2007

LAS BARRAS DE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA

PERSPECTIVA
Columna de los miércoles en el Periódico La Prensa Libre
Por Federico Malavassi

Hay un viejo principio de la farmacopea que dice “todo con medida”. Un amigo guatemalteco señalaba que su padre expresaba que muchas cosas dependen de cuatro letras: “modo”.

Por supuesto que se vale protestar contra lo que hacen los diputados. Asimismo, es un derecho externar el apoyo, la felicidad o la satisfacción por lo que hacen. También es legítimo pedir (hay un importante derecho constitucional de petición). Lo que no se puede es admitir malacrianzas, insultos, faltas de respeto y obstrucción de la labor legislativa.

Como el que más, me opuse a las ilegítimas pretensiones del ex presidente Pacheco. Quería un “paquetón tributario”, a pesar de que había prometido no impulsarlo. Quería incorporar a la Constitución un capítulo de supuestas “garantías ambientales”, a pesar de que el artículo 50 de la Constitución ya tenía la garantía ambiental y toda una estructura jurídica se había desarrollado desde allí. Asimismo, me opuse a los presupuestos inconstitucionales de la administración Pacheco. Igualmente y hasta el último día, al proyecto para alcahuetear las pensiones del magisterio nacional con costo al presupuesto nacional.

Ningún referéndum les había dado aprobación y no se trataba sino de iniciativas ilegítimas y desordenadas, contradictorias con lo ofrecido en campaña.

Durante la tramitación de algunos de estos proyectos sufrí mucha presión. Desde el ocultamiento de información y manipulación de la opinión pública, hasta la directa en las barras. Cuando el pleno de la Asamblea o sus órganos eran bien presididos había prudencia, modo y habilidad para enfrentar el tema de las barras. Otras veces hubo colusión y connivencia entre los gamberros y quien presidía.

Hay principios básicos. Si bien es cierto que hay libertad de expresión, también lo es que el diputado no debe sufrir insultos, ofensas ni presiones indebidas en su trabajo. Es un representante popular que tiene independencia para realizar su labor. Una cosa es libertad de petición y otra la ofensa (carteles explícitos o alusiones ofensivas). Asimismo, el discurso del diputado es parte de la argumentación y reflexión pública (formador de la ratio legis), por tal razón es incorrecto permitir las interrupciones de barras, los gritos y tumultos que impiden que se realice. Las reglas indican cuándo deben ser desalojadas las barras, cuándo se les debe llamar la atención, cuándo se deben retirar los carteles y porqué no se deben pegar a los vidrios.

En los montoneros, cuadrilleros y tumultuosos hay mucha cobardía. Su propósito no siempre es expresar protesta: hay obvio insulto, presión para impedir el curso del trabajo, amedrentamiento y coacción. Ello no puede permitirse, porque el diputado es libre, debe garantizarse su independencia y, aunque sus posiciones e ideas no gusten a unos, es claro que fue elegido para representar a quienes piensan como él.

El asunto no se debe evadir, poniendo vidrios polarizados y cambiando las graderías. Lo correcto es que haya reglas claras y consistencia en su aplicación. La Asamblea Legislativa existe por delegación del pueblo, toda la ciudadanía en sus expresiones legítimas y ello debe respetarse. La sede de la Asamblea es un símbolo real de la democracia, del sistema republicano y debe respetarse así. Sin miedos pero con claridad y firmeza. Guste o no lo que hagan los diputados.

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